viernes, junio 24, 2005

Baricco

-¿No te viene, leyendo ciertos párrafos de Seda, la sensación de que la exótica oriental descubre el sexo del autor, en vez del de Joncour? Kikí sostenía la mirada a su amiga con una mezcla de asombro y extrañeza.
-¿No tienes la impresión de que es él quien te descubre su polla para que te arrodilles silenciosa y devota? -Insistió, forzándola a una respuesta. Kikí permaneció muda hasta que exclamó:
-¡¿Cómo coño se te ha ocurrido eso?! -Mimí se encogió de hombros, sonriendo...

jueves, junio 23, 2005

Gran Vía

Bajó la calle oscura convencida de que la noche no daba más de sí. Bella, sobre sus sandalias vertiginosas, balanceaba su bolso como hiciera otrora con sus muñecas de trapo. Le divertía caminar por Gran Vía. Mirar y ser mirada. Y luego esos mestizos calientes que le decían cosas jugosas en susurros furtivos:
- Así, mi amor. ¡Yo quiero una novia como tú! -E inspirar hasta el último rincón de los pulmones su olor a macho encabritado, a axila fuerte y capaz. O si no:
- ¡Pero mira qué flor! -El uno al otro. Y ella, que reclama su atención con cada zancada y se olvida de todo lo demás, incluido el restaurante donde estuvo cenando con los colegas de curro. Se pidió un martini casi por aburrimiento mientras Mimí no hacía más que abanicarse y mirar al hombre casado que le gustaba. Compartieron un pitillo y entonces fue cuando pensó que la noche no daba más de sí. Kikí le dijo a su amiga que se marchaba, más que nada para que no se preocupase. Luego se fue. Reclamar la atención de los demás para comunicarles que se iba no le gustaba porque siempre que lo hacía se veía obligada a dar explicaciones. Y ella, explicaciones las justas y a quien le daba la gana. Lo otro le parecía protocolario, incómo y artificial. Seguramente por eso no le dijo al hombre Azul que babeaba por ella que se iba, sino que prefirió tirar calle abajo sin decir adiós a nadie porque sólo tenía en mente a su italiano. Y nunca fue tan corto el camino hacia el desamor para ese hombre Azul que se quedo con las ganas en la bragueta y se desahogó con el teclado. ¿Lo pillas? No lo dudo...

martes, junio 21, 2005

Moribunda

Era un paraje desnudo, como el desierto rojo de Monica Vitti. Lo llevaban medio a rastras, hasta que se desplomó en el suelo. Sin fuerzas para nada, lo reanimaron como pudieron. Tenía el brazo desecho de pinchazos y aún así le inyectaron otra dosis. Imagino que de haberme agarrado la mano, me la habría estrechado fuerte y de haberlo mirado a los ojos, hubiera reparado en la compasión que clamaban. Lo intentaron reanimar y lo consiguieron. Aunque ambos sabían que no sería por mucho tiempo. En efecto, estos serían sus últimos alientos, tal vez sus últimos días. El asistir a la decadencia de un ser amado no suele elegirse; es más bien el moribundo quien te elige a ti. Y tú allá, con el alma rota pero entero por fuera, tragándote las lágrimas que darramarás cuando se haya ido.
-Y si llorar reconforta ¿por qué no hacerlo con quién tanto amaste? -Cuidadosa, le quité los cabellos de la cara y descubrí mi rostro en una última mueca de dolor.

lunes, junio 20, 2005

Esquizofrenia

Example

Hoy es uno de esos días en los que [sincera y felizmente] me resbala todo. Como si dices que soy una zorra puerca, como si te cagas en mí, o pagas con mala hostia mi indiferencia. Esta tarde ya puedes contar lo que quieras que [absorta] no pronunciaré palabra. Virgen. Puta. Casta. Y golfa. Que yo, ni siquiera un parpadeo. Aprovecha para reprocharme todo lo perra que me ves; todo lo indefensa que no me siento. No habrá réplica. Todo está escrito mi amor, hasta tu muerte. Y luego ya sabíamos que esto que escribo es tan nuevo como las inscripciones de Pompeya. Buceando en mí misma sólo existe armonía.

viernes, junio 17, 2005

V

"...Ana Tegucigalpa Martí viajaba como cada jueves en el pullman de las 11:00 h. Por la manzana del Este tenía fama de adivina loca. Ya desde que su madre la pariera sin dolores veintiseis años atrás la propia matrona le había advertido que sería una niña extraña. Lanita, como le decían siempre, era una mujer callada de ojos grises y cuencas muy marcadas que provocaban el asombro de sus interlocutores. En la parada del General Trocone se subió un chico con camisa verde y brazos poderosos. Se sentó frente a ella y sacó un cuaderno con tapas de cuero. Lanita lo miró curiosa y él la correspondió. Pero no de un modo convencional. El chico intercalaba intensas miradas hacia ella con gestos esforzados en su pliego de hojas blancas. Ella comprendió rápidamente que pretendía dibujarla y apretó sus pies uno contra el otro, muy incómoda. El chico la miraba tanto y tan fijamente que Lanita tuvo la sensación de que de pronto ya no tenía camisa. Él se la había arrancado de un manotazo. Se sentía ahogada, casi sin aire para respirar. El joven continuó con sus retazos y su descaro de voyeur. Lanita se sintió arrancar los tirantes del sostén. Sus pechos pendolaban como cerezas púrpura al vaivén del trayecto. Ella cruzó sus brazos como para taparse las vergüenzas. Después vió cómo el chico le tiraba de la falda. Ella se la agarró para evitarlo pero la fuerza del joven era tal que al final nada más que se quedó con un pedazo colgando de su mano. Lanita se sintió tocada por primera vez. Abusada. Violentada. Sintió su pene como un punzón que se le clavaba dentro. Una vez y otra y otra. Sintió sus manos como exprimidores de toda su carne. Y por fin comprobó el abrasador riego del semen viscoso. Lanita lloraba ante la atónita mirada de todos. En un gesto enfurecido se desató a patadas con aquel hombre odioso que ni siquiera había tenido la delicadeza de preguntarle si le importunaba que le robase el alma en un retrato. Las mujeres mayores intentaron contenerla:
-¡Ay m'hijita pero qué hase uhté! -Lanita gritaba y daba manotazos. Con aires de loca, pidió al conductor que parara ya mismo. El pullman no había atravesado todavía la vaguada y Lanita se exponía a caminar kilómetros hasta llegar a la iglesia. Pero ya le daba igual. Ya no iría a confesarse con el padre Pemán. Se sentía tan despojada como un perro..."

jueves, junio 16, 2005

IV

Frustrada por su viaje a ninguna parte llegó a casa sintiéndose una completa idiota. En aquel preciso momento le fastidiaba todo, desde el tráfico de la ciudad hasta las películas con final feliz. Se preguntaba por qué coño había declinado la invitación de él si con otros se había ido a las primeras de cambio. Se torturaba con esos segundos de duda que tuvo antes de rechazar su número de teléfono. Se recriminaba la suposición traicionera de que él hubiera dejado algún rastro en las páginas de su regalo. Y no dejaba de pensar en lo que había hecho mal y en lo que tendría que haber hecho. Al abrir la puerta de su cuarto y ver el libro se calmó. Pensó que leerlo le acercaría más a él y se adentró en sus páginas como quien se pone mercromina en una herida...

miércoles, junio 15, 2005

III

Kikí esperaba encontrarlo porque así lo había visto en las películas. De hecho le bastó la melodía de un acordeón en los pasillos del metro para recuperar la confianza en su destino. Pero a diferencia de Amélie ella se bajó en Alonso Martínez. Sostenía entre sus manos el marcador y se aferraba a él como las mujeres a sus rosarios en la misa de la tarde. "Los amores, por contener el máximo de pasión, son las cosas más santas", lo decía Yeats pero la mente de Kikí volaba hacia otros confines. En su cabeza el hombre que buscaba era librero; por eso le había regalado un libro tan bello y tan desconocido. Se veía a sí misma entrando en la librería. Al abrirse la puerta el móbil de cilindros metálicos que colgaba del techo emitió unos sonidos en cascada. Aquel recibimiento le gustó. A pesar de su reducido espacio, la librería constaba de dos plantas. Kikí abrió sus ojos de par en par: era un local destartalado con estantes torcidos [como la polla de antiguos amantes] que le recordaba la "Shakespeare & company". Un hombre ordenaba libros con la cabeza gacha. Kikí cerró los ojos muy fuerte y pensó: "Vuélvete, vuélvete". El hombre se giró…
Los empujones de una señora le devolvieron al mundo real. Al salir de la boca del metro Kikí preguntó a un quiosquero por la librería que figuraba en el marcador. El hombre le señaló el otro lado de la calle. Kikí reparó en que estaba junto a una confitería, y lo interpretó como un buen augurio. No había cilindros metálicos que anunciasen su entrada. Tampoco estantes torcidos que recordasen miembros asimétricos. Aún así la librería era chica y los volúmenes se amontonaban unos encima de otros. Kikí curioseó autores, tapas, y grosores hasta que la voz de un hombre le interrumpió:
-¿Busca algo en concreto? –Ella apretó muy fuerte los párpados deseando que fuera él. Luego se dio la vuelta.

martes, junio 14, 2005

II

-¿Sabes la editorial? –le inquirió el librero. Kikí no la sabía así que el tío que estaba detrás del stand le aconsejó que preguntara en uno de los puntos de información. Justo cuando se dirigía hacia el más próximo, sintió una presencia cálida que le rozaba el brazo. Se giró. Era el chico de antes.
-Como sabía que no lo comprarías, me he permitido comprártelo yo –y le entregó una bolsa de papel que contenía un libro. Ella se quedó perpleja ante tanta ternura. Balbuceaba fórmulas de agradecimiento cuando él le propuso…
-¿Quieres mi número de teléfono para una tarde de cine o un paseo dominical? –Kikí dudó más de un instante: propuestas tranquilas, planteadas con perspectiva de lugar y de tiempo, tendentes al diálogo y al conocimiento del otro.
-No –y bajó la mirada, como disculpándose. Supuso que él se habría despedido con algo como “que lo disfrutes” o que se habría marchado en la dirección de la que había venido pero no podía asegurarlo con certeza. En realidad no se acordaba.
Cuando se quiso dar cuenta estaba en medio de una corriente de gente que iba y venía, con la mano aún extendida bajo sus ojos. Por primera vez reparó en los colores de la bolsa. La abrió ansiosa: “El libro de los abrazos”. Por primera vez exploró sus páginas nada convencionales. Un libro lleno de ilustraciones, el texto da cada página enmarcado por un recuadro como para que no escape, las tapas negras, el título en amarillo, naranja y rojo. Y a pesar de ser tan extraordinario, a pesar de no corresponder a lo previsible, le resultaba familiar. Buscó impaciente una frase manuscrita, un teléfono… un cordón umbilical que lo devolviera a él. Pero no encontró nada. Sólo contaba con la bolsa, el libro virgen y un marcador de páginas.

lunes, junio 13, 2005

I

Kikí paseaba distraída entre las casetas cuando la voz de un hombre le sonó cercana a ella.
-Perdona que te moleste, ¿hablas español? –le preguntó, cuidadoso. Ella asintió al tiempo que se sonreía [¿qué le habría hecho pensar que era extranjera?]. De acuerdo; a pesar de que el vestuario de Kikí era ordinario su manera de combinarlo quizá fuera un poco caótica… En cualquier caso el hombre siguió con su acose y derribo.
-¿Puedo invitarte a algo? – “Negativo”, pensó Kikí.
-¿Puedo acompañarte en tu paseo? –La insistencia y la precaución con las que formulaba cada pregunta eran de alabar, por lo que significaban en términos de dedicación potencial y deferencia. Llegados a este punto, Kikí podría haberse dejado tentar, podría haber dicho un sí condicional, podría haber compartido conversación y cañas con aquel desconocido. Pero llegados a ese punto Kikí declinó la invitación.
-Bien, perdona si te he molestado –Ella, dulce y como poniéndose en el incómodo lugar de él, negó con la cabeza para desembarazarlo de cualquier posible culpa o vergüenza.
-¡Ah! –recordó él- Y si tienes intención de comprar algún libro te aconsejo “El libro de los abrazos”, de Galeano. -Un momento. Quizá ese chico fuera más que un don juan. Pero no se atrevió más que a un tímido:
-Lo tendré en cuenta –prometió ella.
Durante su paseo miró todo tipo de portadas, observó los libros abiertos por otros, abrió ella también unos cuantos. Entre otras cosas se enteró de que había practicado parcialmente el trantra, ojeó un libro sobre teología homosexual, otro titulado Homo Art (en el que se aglutinaban detalles de cuadros de Caravaggio o Miguel Ángel e ilustraciones de Paul Avril) y se enteró de que el Modigliani editado por Taschen estaba agotado. “No en vano es el último día de feria”, pensó. También vio los carteles que anunciaban la firma de autores, a esa hora, invisibles. Y, por supuesto, preguntó por los abrazos, con el miedo de que el libro no existiese y sólo fuera una broma.

viernes, junio 10, 2005

Sé que te gusta

Example


Mírame bien, sé que te gusta. Me expongo a ti en un sitio público casi a diario. Y tú me escrutas, me cuestionas, me observas. Eres testigo de mis progresos y mis recesos, de la profundidad y la ligereza de mis reflexiones. De tus viajes interanutas te llevas las historias más sórdidas, las más placenteras. Te llevas retratos de mujeres nostálgicas y de hombres a medio hacer. Mi universo lo comparto contigo y hasta te invito a que lo hagas tuyo. Es un mano a mano cibernético. Mi compromiso es escudriñarme las entrañas para ofrecerte relatos viscerales. El tuyo es colaborar al mito. Cómo lo hagas no me concierne. Tanto me vale que eyacules frente a la pantalla como que me dediques un "comment". Tanto me vale que los castigues o que los ames como Kikí. Mírame bien, sé que te gusta...

jueves, junio 09, 2005

Insomnia

"Desmitificador se lió un pitillo con los pelos del coño de su amante, la miró a los ojos mientras lo encendía y salió del baño al tiempo que daba una profunda calada…" Hacía tiempo que Kikí no oía los seriales radiofónicos de madrugada. Durante un tiempo había trabajado prestando su voz a uno entre erótico y pornográfico [la línea que los diferencia es cada vez más delgada y fucsia] un poco por amor al arte, que es lo mismo que decir por amor al sexo; ya que entre corte y corte (mientras las canciones estaban en el aire) retozaba con Mikel en la cabina de realización. En cualquier caso allí estaba con los ojos como platos clavados en el techo en medio de la noche insomne. ¿Sería el calor?, ¿un cambio hormonal?, ¿el ciclo lunar?, ¿las mareas? o quizá [y aún más grave] ¿que la cama se le hacía demasiado grande? En cualquier caso tenía en lo que pensar. ¿Quién coño escribía aquellos guiones tan absurdos?
–No me jodas, ¡parece sacado de una peli porno! –pensó. -¡Desmitificador! Ni que fuera Terminator. Hay que ser muy macho y muy cutre para llamarse así…
De todos modos se calmó, extendió su mano hacia la encimera y logró coger el paquete de cigarrillos de chocolate. ¡Una noche de imsomnio da para mucho! Era un surtido suizo que le había regalado su amiga Mimí para casos excepcionales. Levantó la tapa de latón. Al principio dudó entre el blanco y el de avellanas pero al final cogió el negro. No tenía un antojo definido. No era como cuando entraba en Cubero con la idea fija de un petisú de chocolate y si no lo tenían no compraba nada. Esa noche le daba todo un poco igual. Luego pensó en el gesto más explícito del día. En su cara se dibujó una sonrisa al recordar el embarazo de su jefe cuando ella, mirándolo molesta, se abrochó hasta el último botón de su chaqueta como para decir: "Se cerró el quiosco, guapo. Váyase a mirarle el escote a otra". Por fin volvió a prestar atención al serial. La música había cesado y Kikí se preguntó si el realizador habría echado un polvo en su cabina. La historia terminó con Desmitificador cosido a puñaladas. Alguien se había tomado muy mal que pelase de ese modo a la protagonista…

miércoles, junio 08, 2005

Pirula

Kikí pasó todo el viaje de vuelta en pie. El bus estaba petao' por lo que permaneció al lado del conductor casi todo el trayecto. Aquella tarde había discutido con el doctor Tapia sobre la omniscencia que suele alcanzar en sus orgasmos. Iba embebida en sus pensamientos cuando un coche se pasó repentinamente al carril bus y el conductor frenó en seco. Hubo un instante de respiración contenida y después las mujeres mayores empezaron a hablar entre ellas poniendo verde a los jóvenes conductores. El caso es que Kikí pensó que aquello del volante era como lo de arriesgarte a ir a la cama con un amante nuevo: préparate para que te hagan la pirula! Porque con los que ya tienes confianza es más fácil remediar deficiencias (obsesión por los genitales como única zona erógena, ceropio en juguetes eróticos) pero con los nuevos que te lo hacen mal a ver cómo te lo montas para no hacerles pensar que la han cagao y despertar su interés por prácticas alternativas.
Porque algunos van como mulas -pensó Kikí. Por eso ella sólo piensa en hacer las maletas.

domingo, junio 05, 2005

Miracoli

TRES. Observar desconcertada la ramificación de tus venas
DOS. Excitarme ante la contemplación de las mujeres de Rubens
UNO. Reconocer el invierno de Vivaldi bajo los pasillos de Châtelet

--------------------CERO. El milagro sucede -------------------

MENOS UNO. La emoción a pesar del medio hostil
MENOS DOS. La provocación del arte como una caricia
MENOS TRES. El misterio que envuelve tu presencia en mi vida

sábado, junio 04, 2005

La gobernanza del tiempo

Justo ahora debería estar paseando mi trasero por un local inmenso, dejándome medio brazo y toda la espalda llevando bandejas a diestro y siniestro mientras un plasta me lanza contínuas órdenes que debo acatar cual militar raso. Justo ahora: a las ocho y veintiseis minutos la inmensa pero dulce Elisenda estará revisando si todo está en orden en los WC del restaurante bajo la atenta mirada de un nuevo empleado. Justo como lo hice yo hace exactamente una semana. No hay lugar para la poesía en estos antros porque falta la humanidad misma. Quizá por eso no quise cumplir lo prometido y cuando el encargado me reprendió por no sé qué le pedí que me devolviera mi mochila porque...
-Me voy -le dije.
- ¿Ya? -Me preguntó estresado -¡Si todavía no son las doce!
-No, David. Que mañana tampoco vengo -El gilipollas me miraba con cara de no querer entender, de modo que se lo tuve que poner clarito:
-Paso de esta mierda de curro. Considera que te he regalado seis horas y dame mis cosas. -Y me despedí con la felicidad de recuperar la gobernanza de mi tiempo.

viernes, junio 03, 2005

Dolor de huevos

-¿De verdad crees que Kikí está más floja últimamente? -Él le miró pensativo y asintió con la cabeza.
-Es como si estuvieras evolucionando hacia un blog donde el sexo está más implícito. No sé cómo explicarte; hacia una movida más cultural... -Ella le miraba fíjamente. Luego se metió el chupa chups en la boca y comenzó a girar el mango. Succionaba con avidez. Luego dijo:
-Voy al servicio, nene. Te espero en el tercero... -El neocrítico irrumpió en el tercer servicio tras dar unos cobardes toques a la puerta. Ella llevaba las bragas brasileñas ligadas a un corsé [perversión no apta ni para primerizos ni para torpes] de modo que se adelantó a desligarlo antes de averiguar el grado de adoctrinamiento de su amante. Mirándolo fijamente, desató las cintas de las bragas y las dejó caer al suelo. Le tomó la mano y se hizo acariciar el coño recién rasurado. Porque, a diferencia de lo que podais pensar, Kikí planea cada respuesta al milímetro. Le llevó la mano hasta que sus dedos quedaron tan húmedos como su vagina. Acto seguido apoyó el tacón de su escarpín burdeos sobre la tapa del servicio. Le metió la mano en el paquete: hinchado y caliente. Entonces le susurró:
-Ahora me lo vas a comer todo, guapo, porque si no te retuerzo los cojones! -Él se arrodilló y empezó a lamérselo. Su excitación iba a más así que se sacó la polla e hizo un amago de meneársela. Entonces ella le empujó la cabeza contra la pared a modo de represalia.
-¡Primero las señoritas! -Fue una mentira descomunal. Una vez que llegó al orgasmo le apartó y salió a los lavabos. Cuando se arreglaba frente al espejo le dijo:
-Ojito con las críticas, que se pagan caras. -Y tras acariciarle la bragueta mojada se fue.

miércoles, junio 01, 2005

Carta abierta

Querido creativo,

No sé cómo eres, ni dónde vives, ni qué talla de calzoncillos [o de sujetador] usas pero ¡no importa!

Quería decirte tan sólo que tu anuncio me inspira y que lo diseccionaría en planos cual rana estadounidense: duración, banda sonora, colores... Es más, si comercializases un book con el guión [como hace Almodóvar con sus pelis] me lo compraría ya. Fluidos, sabores, labios, lenguas, besos húmedos. Todo en menos de treinta segundos ¡como un orgasmo!

Sí. Puede que sea una frívola fetichista, una loca de la imagen o una maníaca de lo visceral. Lo que está claro es que si quiero emociones fuertes no me como un "Magnum 5 sentidos". Ahí es donde la has cagado, nene [¿nena?] porque si quiero emociones fuertes, te pido el teléfono a bocajarro y nos vamos de cañas.

En todo caso deberían despedirte [o ascenderte] por hacer un spot que supera mil veces al producto anunciado. Donde esté un cosquilleo en el coño que se quite tanto helado!