La gobernanza del tiempo
Justo ahora debería estar paseando mi trasero por un local inmenso, dejándome medio brazo y toda la espalda llevando bandejas a diestro y siniestro mientras un plasta me lanza contínuas órdenes que debo acatar cual militar raso. Justo ahora: a las ocho y veintiseis minutos la inmensa pero dulce Elisenda estará revisando si todo está en orden en los WC del restaurante bajo la atenta mirada de un nuevo empleado. Justo como lo hice yo hace exactamente una semana. No hay lugar para la poesía en estos antros porque falta la humanidad misma. Quizá por eso no quise cumplir lo prometido y cuando el encargado me reprendió por no sé qué le pedí que me devolviera mi mochila porque...
-Me voy -le dije.
- ¿Ya? -Me preguntó estresado -¡Si todavía no son las doce!
-No, David. Que mañana tampoco vengo -El gilipollas me miraba con cara de no querer entender, de modo que se lo tuve que poner clarito:
-Paso de esta mierda de curro. Considera que te he regalado seis horas y dame mis cosas. -Y me despedí con la felicidad de recuperar la gobernanza de mi tiempo.
-Me voy -le dije.
- ¿Ya? -Me preguntó estresado -¡Si todavía no son las doce!
-No, David. Que mañana tampoco vengo -El gilipollas me miraba con cara de no querer entender, de modo que se lo tuve que poner clarito:
-Paso de esta mierda de curro. Considera que te he regalado seis horas y dame mis cosas. -Y me despedí con la felicidad de recuperar la gobernanza de mi tiempo.
1 Comments:
Es que el Ginos y similares no está hecho para mujeres elegantes y cosmpolitas, amén de talentosas con la pluma en la mano, que utilizan cual terrible estilete...
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