lunes, mayo 30, 2005

Los perros del vecindario

El camino hasta aquí pasa por coger un bus y caminar unos 15 minutos. El sábado Kikí lo hizo bajo un sol abrasante. Se levantó de la siesta aún medio zombi y se dirigió a la cocina para beber agua. Fueron tres vasos; uno detrás del otro. El novio de su compañera la pilló por el segundo y ella, en bragas y camiseta de lycra, se incomodó. Después el rito de siempre: ducha, crema hidratante, desodorante y perfume. Y el propio encanto. Tras abrir la puerta del ascensor se topó con su imagen reflejada en el espejo del hall. Se sonrió y salió a la calle. El autobús tardó en llegar justo el tiempo que se comió una manzana. Se puso los cascos y se relajó. Al llegar a destino, bajó y sintió que el bochorno la abrazaba de nuevo. La cinta llegaba por la canción de Mecano.
-Oh-oh, oh-oh! Quiero estar junto a ti! -Kikí repetía el estribillo cuando los perros de la calle Tampico empezaron a ladrar rabiosos. Ni siquiera se inmutó; comprendía que su olor les hiciera sacar los colmillos y escupir babas, sobre todo porque esa misma mañana le había venido la regla. Tardó en llegar aquí el tiempo de tres canciones. Luego habló con su amor por teléfono durante seseinta y nueve minutos. ¿Pueden suplirse las carencias con cifras simbólicas?

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

guau!

10:46 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

No, no pueden suplirse, y la culpa es de tu amor, que debería dedicar más tiempo a una mujer con tanto talento. Dios le da pan al que no tiene dientes. Algunos juegan con fuego...

1:08 p. m.  

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