El pabellón de paja
Se trata de un recinto cerrado lleno de gente de mi edad. Pero de cemento. La mayoría son hombres. Están amontonados en el suelo. Vestidos. Un vistazo de derecha a izquierda me basta para sentir asco y en mi cerebro se activan las zonas precisas para traerme a las napias un olor que aún no está en el ambiente. La mayoría de los tíos se masturba sin pudor. Y a mí me da por reírme de la situación de una chica en chándal azul. Ella, medio metida en su saco de dormir, niega con la cabeza mientras me mira con incredulidad. Es la más cercana a la jauría de pollas en vinagre. Me río mucho. No puedo parar. No es ninguna visión futurista. Lo soñé hace un par de días.