martes, agosto 26, 2008

Vuelta de vacaciones

Lo que tiene llegar cansada a casa. Después de recorrer 400 kilómetros en autobús, mi único objetivo era desplomarme sobre la cama. Mientras iba en el metro lo veía claro: a cámara lenta mi castaño sudoroso vuela hasta hundirse en la almohada y yo espatarrada, que corra el aire. Lo bueno de ser como soy es que a veces logro saber hasta lo que quiero. Lo malo es que cuando sucede ¡ni yo misma me lo creo!
***
A mi alrededor todo yace inerte: el petate, abandonado; el vestido y las bragas, esparcidos por el parqué y mi voluntad, ausente, clavada en el techo blanco que me cobija. Sólo la lámpara de papiro se balancea; como guiñándome un ojo cómplice. Sí, lo sé, somos las únicas habitantes en este estudio que nos está asando la consciencia. Y poco a poco caigo adormecida por el tráfico de la ciudad.
***
Me despierta una sirena inoportuna, justo ahora que atravesaba la fase más líquida de mi sueño, en el que una mano desconocida merodea por mis muslos. Pero no, la sirena no logró despertarme. Falsa alarma. Dos manos poderosas se sitúan ahora a un palmo de mis hombros y noto una potencia sofocante que me oprime el culo. No quiero saber de quién se trata. Todos mis sueños terminan secos siempre que me giro hacia el fantasma provocador. Así que esta vez opto por ser una nena sumisa: no rechistaré, ni me giraré para descubrir tu rostro, cabrón. Este es tu día de suerte.
***
La verja del bar de enfrente se cierra sonoramente. Y me cago en Ros porque estoy a punto de despertarme de nuevo, pero mi cerebro trabaja tan bien las percepciones inventadas que sigo atada a mi telaraña oníricosexual. Él o ella (en cualquier caso, sus manos) me punzan el ano y después salen vertiginosamente. Un relámpago sacude mi espina dorsal y abro los ojos de par en par. Lo quiero dentro, no fuera, coño. Al otro le hace gracia mi impaciencia, pero se resiste a contradecirme. En el fondo, lo está deseando tanto como yo.
***
Ni sirenas ni verjas: me despiertan los rayos que se filtran por la persiana. Mi alrededor yace caótico como ayer. Me levanto para poner en orden mi vida, empezando por una lavadora. Vacío el petate en el tambor metálico, recojo el vestido pero las bragas no las veo por ninguna parte. Me arrodillo junto a la cama, no sea que las haya ocultado involuntariamente de una patada. Ni rastro. Me giro, me rasco la cabeza. Mmmh, por lo menos corre el aire. De hecho, la puerta está abierta y empiezo a temer que no soñé aquellas manos.