Moribunda
Era un paraje desnudo, como el desierto rojo de Monica Vitti. Lo llevaban medio a rastras, hasta que se desplomó en el suelo. Sin fuerzas para nada, lo reanimaron como pudieron. Tenía el brazo desecho de pinchazos y aún así le inyectaron otra dosis. Imagino que de haberme agarrado la mano, me la habría estrechado fuerte y de haberlo mirado a los ojos, hubiera reparado en la compasión que clamaban. Lo intentaron reanimar y lo consiguieron. Aunque ambos sabían que no sería por mucho tiempo. En efecto, estos serían sus últimos alientos, tal vez sus últimos días. El asistir a la decadencia de un ser amado no suele elegirse; es más bien el moribundo quien te elige a ti. Y tú allá, con el alma rota pero entero por fuera, tragándote las lágrimas que darramarás cuando se haya ido.
-Y si llorar reconforta ¿por qué no hacerlo con quién tanto amaste? -Cuidadosa, le quité los cabellos de la cara y descubrí mi rostro en una última mueca de dolor.
-Y si llorar reconforta ¿por qué no hacerlo con quién tanto amaste? -Cuidadosa, le quité los cabellos de la cara y descubrí mi rostro en una última mueca de dolor.
4 Comments:
Ahora sí que me he quedado un poco descolocado. Tus vaivenes son un pelín extremos. De la queja frente a los ladrones de almas, al éxtasis de la autoafirmación a toda costa. Y ahora un alter ego moribundo y cosido a picotazos. Ciertamente, cada cual sueña con ser quien no es. Cuida que el sueño no se convierta en pesadilla y nuble esa preciosa sonrisa. Sería imperdonable
Menudo amago de depresión tienes encima. Nada, copitas esta noche y se te quita todo...
vengo saliendo del cine, de ver Antes del Anochecer, con Ethan Hawke y Julie Delpy (¿se escriben así?). Y ahora que te leo creo que debería encontrarte en un puente de Santiago d Chile, en la tarde incendiada de un agosto moribundo, y salvarte de las fauses del río Mapocho, darte un abrazo, invitarte a tomar té a casa y escuchar juntos Antonio Vega para que te sientas, quizás, más en casa. A los dos nos haría bien llorar un rato, juntar fuerzas para que algo te salve. A los tradicionales besos del fin del mundo, sumo esta vez una copa de cabernet sauvignon de la mitad de este país, olvidado, tan frío, huraño, donde pocos se quieren.
Ya, pero para hacer todo eso tendrías que saber, primero, que no es "Antes del anochecer", sino "Antes del atardecer", aunque, segundo, también deberías tener en cuenta que eso da igual para una individua que tira calle abajo, sin decir adiós a nadie ni a quien se asemeje, porque "ay, por Dios", el sitio cutre en cuestión no es de su agrado real, vaya a que se contamine con el vulgo y, aunque lo fuera, el vulgo en sí tampoco es de su sendero. Sinceramente, nunca fue tan corto el camino hacia el desamor. A veces la lucidez es tan grande que esquiva cualquier línea equivocada. De la que me he librado. Pobre italiano. ¿Lo pillas? Lo dudo.
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