III
Kikí esperaba encontrarlo porque así lo había visto en las películas. De hecho le bastó la melodía de un acordeón en los pasillos del metro para recuperar la confianza en su destino. Pero a diferencia de Amélie ella se bajó en Alonso Martínez. Sostenía entre sus manos el marcador y se aferraba a él como las mujeres a sus rosarios en la misa de la tarde. "Los amores, por contener el máximo de pasión, son las cosas más santas", lo decía Yeats pero la mente de Kikí volaba hacia otros confines. En su cabeza el hombre que buscaba era librero; por eso le había regalado un libro tan bello y tan desconocido. Se veía a sí misma entrando en la librería. Al abrirse la puerta el móbil de cilindros metálicos que colgaba del techo emitió unos sonidos en cascada. Aquel recibimiento le gustó. A pesar de su reducido espacio, la librería constaba de dos plantas. Kikí abrió sus ojos de par en par: era un local destartalado con estantes torcidos [como la polla de antiguos amantes] que le recordaba la "Shakespeare & company". Un hombre ordenaba libros con la cabeza gacha. Kikí cerró los ojos muy fuerte y pensó: "Vuélvete, vuélvete". El hombre se giró…
Los empujones de una señora le devolvieron al mundo real. Al salir de la boca del metro Kikí preguntó a un quiosquero por la librería que figuraba en el marcador. El hombre le señaló el otro lado de la calle. Kikí reparó en que estaba junto a una confitería, y lo interpretó como un buen augurio. No había cilindros metálicos que anunciasen su entrada. Tampoco estantes torcidos que recordasen miembros asimétricos. Aún así la librería era chica y los volúmenes se amontonaban unos encima de otros. Kikí curioseó autores, tapas, y grosores hasta que la voz de un hombre le interrumpió:
-¿Busca algo en concreto? –Ella apretó muy fuerte los párpados deseando que fuera él. Luego se dio la vuelta.
Los empujones de una señora le devolvieron al mundo real. Al salir de la boca del metro Kikí preguntó a un quiosquero por la librería que figuraba en el marcador. El hombre le señaló el otro lado de la calle. Kikí reparó en que estaba junto a una confitería, y lo interpretó como un buen augurio. No había cilindros metálicos que anunciasen su entrada. Tampoco estantes torcidos que recordasen miembros asimétricos. Aún así la librería era chica y los volúmenes se amontonaban unos encima de otros. Kikí curioseó autores, tapas, y grosores hasta que la voz de un hombre le interrumpió:
-¿Busca algo en concreto? –Ella apretó muy fuerte los párpados deseando que fuera él. Luego se dio la vuelta.
6 Comments:
Y?????
Kiki mala, kiki mala
Mäs que mala torpe...
coincido con cenicienta:
kiki mala, kiki mala
dale, escribe escribe
kiki suspensiva...
Es un crimen, móvil con be.
Campanitas, tubular bells. Consoladores sónicos.
Súper sónicos.
Ultra sónicos.
¿Y al abrir los ojos? ¡Le quitarán polvo a los libros, ¿no?!
Ahhhhhhhhhhhhhhhg, intriga !!!
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