- - - - - - - - - Proteínas de malestar

Todo lleva carne (Caballo de Troya) está agotado en las dos primeras librerías que visito, pero no me rindo fácilmente. Lo encuentro en la Antonio Machado, sección novedades. Devoro el libro en medio día. Leerlo equivale a pisar vómito ajeno, pis ajeno, y resucitar su hedor, que siento parcialmente propio. Usando una imagen del autor, este libro huele a "barbacoa". No de jardín y vecinos, sino de inmolación, de metralla. No nace del eros sino del thanatos, de lo putrefacto.
Todo lleva carne es hijo de un salvaje individualismo. La voz de la primera del singular lo corrobora, como las reflexiones a las que invita: la imagen que proyecto hacia los demás, los yos que dejamos morir en beneficio de quien somos hoy, el triunfo (concepto que el autor vincula al deseo), el fracaso (olvido), la indiferencia, el espejismo de la felicidad que nos cocina el Estado del bienestar... Temas recurrentes en esta postmodernidad que el autor llama "intemperie".
Peio H. Riaño aborda la identidad desde la premisa de la impostura y su discurso sólo escapa del fatalismo en los momentos en que incorpora la voz ajena –cálida y comprometida– femenina. Su libro contiene frases dignas de grabar en las almohadas de toda la ciudad: “Todos los dolores llegan del mismo sitio. De hacerse mucho caso”.
Las reflexiones sobre la indisponibilidad del propio tiempo y la empresa condensan la violencia que el capitalismo/hedonismo inflige sobre los individuos que, en el marco de las democracias occidentales, nos presuponemos libres. Ahí es donde la prosa del autor alcanza las mayores cotas de lucidez. Pero no estamos ante un libro homogéneo. En la composición estratificada de Todo lleva carne aflora una prosa algo menos violenta, que se antoja poética no sólo por la forma sino por el mensaje de esperanza que representa. Hay luz al final del túnel y está en las personas amadas.
Todo lleva carne es un libro que contribuye a conocernos más y viene a demostrar que ese drama inmediato que vivimos individualmente
–el porqué de la existencia– es colectivo. Peio H. Riaño usa el yo para zafarse de él y revelarnos que en última instancia somos prescindibles: “Nadie es nada”. Por fortuna.
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Todo lleva carne, Peio H. Riaño. Caballo de Troya, 12,90 €