miércoles, marzo 09, 2005

Talón de Aquiles

De mi estancia en París lo más dulce que recuerdo fue la merienda a la que me invitó mi querido Bernard; un chico de ascendecia franco-egipcia que estudiaba políticas en La Sorbona. Nos presentó un amigo común en una de esas aburridas fiestas que celebran los parisinos en sus casas. Luego coincidimos en una conocida "brasserie" de Montamartre. Me propuso acompañarlo a la Isla Saint Louis porque tenía que llevar mercancía psicotrópica a un colega. Accedí a regañadientes, más por aburrimiento que por tener verdadero interés en conocer a un colgao repijo. Cumplimos con el encargo. Después me llevó a una negocio de la isla; era una tetería muy pequeña, dividida en dos salones: un sitio encantador. Detrás de una vitrina había cuatro tartas de chocolate diferentes: naranja, menta, limón o frambuesa. Del fondo de la tienda salió una mujer gorda que nos saludó afable. Pedimos dos tés y dos trozos de tarta. Disfruté como una enana, tanto de la peculiar orgía gastronómica como de la compañía de Bernard. Él conocía de sobra mi debilidad por los dulces, de modo que se puede decir que me atacó en uno de mis talones de Aquiles. No hay nada como que te conozcan a fondo para que sepan cómo satisfacer tus perversiones.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Chocolate,
amor
y sexo.

Chocolate y corazón

chocoLATE en POLVO
chocoLATIDOS en POLVO

¿Güevos de chocoLATE?
¿Y en barra?
¡Nada por aquí, nada por allá!

¡Y no cambia de color!

4:11 p. m.  

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