Lo sublime
Me fascinan las historias que contienen dentro más historias; los microcosmos dentro del cosmos; la matrioska que encierra otras... Porque entiendo que es la mímesis de lo que somos cada uno de nosotros... Pensamientos tan dispersos no tienen que ver con el eros pero sí con lo sublime, con lo cual la justificación de que aquí aparezcan es legítima. Pero intentaré no perderme: yo hablaba de esas fábulas que narran fábulas.
Esta es la historia de un chico que ama a una muchacha. La joven le dice que si de verdad la ama deberá esperar cien días con sus respectivas noches bajo la torre en la que está cautiva. El muchacho espera la primera semana y la segunda. Conforme pasa el tiempo las temperaturas descienden y empiezan a caer las primeras lluvias. El chico aguanta decidido en su propósito; tozudo como ninguno. Entre tanto las gentes que pasan por la plaza se ríen de él, ya que lo ven cada día más andrajoso. Sin embargo, el joven se mantiene en su empeño sin un ápice de duda y cada día que pasa se siente más cerca de su amada. Así llegó la noche noventa y nueve. Justo antes de que las campanas del pueblo diesen las doce; el joven miró el cielo despejado. Con semblante tranquilo observó cómo las estrellas brillaban tímidas sobre el fondo oscuro. Justo entonces se levantó con parsimonia, recogió sus pertencias y se fue.
Una no sabe muy bien por qué decide marcharse. ¿Tal vez porque esa es la prueba que necesitaba para demostrarse a sí mismo que lo puede todo? ¿O porque la meta, que se le antojaba inalcanzable y preciosa, se le revela secundaria en comparación con el camino hasta llegar a ella? El caso es que este relato se inserta en otro. El depositario de esta historia es un joven y la escucha de los labios de un viejo ciego. ¿Le sirve de algo la fábula? ¿Es una metáfora de su propio destino? Las claves, en "Cinema Paradiso".
Esta es la historia de un chico que ama a una muchacha. La joven le dice que si de verdad la ama deberá esperar cien días con sus respectivas noches bajo la torre en la que está cautiva. El muchacho espera la primera semana y la segunda. Conforme pasa el tiempo las temperaturas descienden y empiezan a caer las primeras lluvias. El chico aguanta decidido en su propósito; tozudo como ninguno. Entre tanto las gentes que pasan por la plaza se ríen de él, ya que lo ven cada día más andrajoso. Sin embargo, el joven se mantiene en su empeño sin un ápice de duda y cada día que pasa se siente más cerca de su amada. Así llegó la noche noventa y nueve. Justo antes de que las campanas del pueblo diesen las doce; el joven miró el cielo despejado. Con semblante tranquilo observó cómo las estrellas brillaban tímidas sobre el fondo oscuro. Justo entonces se levantó con parsimonia, recogió sus pertencias y se fue.
Una no sabe muy bien por qué decide marcharse. ¿Tal vez porque esa es la prueba que necesitaba para demostrarse a sí mismo que lo puede todo? ¿O porque la meta, que se le antojaba inalcanzable y preciosa, se le revela secundaria en comparación con el camino hasta llegar a ella? El caso es que este relato se inserta en otro. El depositario de esta historia es un joven y la escucha de los labios de un viejo ciego. ¿Le sirve de algo la fábula? ¿Es una metáfora de su propio destino? Las claves, en "Cinema Paradiso".
1 Comments:
Muy flojita te estás volviendo últimamente con tus historias. Hay que dar un poco de caña, que si no, nos dormiremos: sexo, acción, sadomaso...en fin, ya sabes!
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