jueves, marzo 10, 2005

Excursión

Mientras estaba esperando el bus esta mañana ha irradiado un sol de invierno cegador y de repente me ha acordado de aquel día en las lagunas de Villafáfila. Las visité con un chaval al que conocí en una exposición de fotografía. Fuimos en el Renault 5 de mi madre, aunque nos turnamos al volante. Siguiendo el ritual de mis excursiones planificadas yo llevaba preparado un café que había hecho con mi macchinetta italiana.
Llegados a este punto nada de lo anterior tiene relevancia. Una vez que llegamos al parque natural nos adentramos en uno de los observatorios. Sería un día como hoy hace dos años cuando nos masturbamos frente a frente en lo alto de una torreta. Recuerdo la calidez de los azulejos de arcilla al contacto con mi espalda. La iniciativa surgió como algo lúdico o más bien desafiante: ¿te atreverías? Yo, rancia, dije que no y observé con asombro cómo se sacaba la polla y empezaba a meneársela. Me senté a esperar y en contra de mi pronóstico fui excitándome; así que me desabroché el vaquero y me uní a los tenues sonidos que él emitía. Yo me corrí antes. Aún con contracciones vaginales observé cómo se retorcía de gusto. Dejó el suelo impregnado de semen, me miró y sonrió. Después me pidió un trago de café.