Monceau
Entre las múltiples virtudes con las que cuenta Kiki, está esa saludable confianza en sí misma. Gracias a ella y a sus ganas de patear la ciudad decidió renegar de los mapas y guiarse por su dudosa intuición. Bajó del bus en pleno arco del Triunfo y de desvió de la avenida des Champs Elysées tomando una calle empinada en la que hay unos cines. Subió la cuesta, cruzó unas calles y llegó a otra gran avenida que siguió, hasta que su sexto sentido le hizo seguir subiendo. Hacía una tarde buenísima y Kiki miraba con curiosidad todas las caras con las que se topaba. Ejecutivos colgados del móvil, mujeres inmigrantes con dos o tres niños rubios de la mano... Realmente estaba un poco perdida, aunque no quería preguntar dónde quedaba le Parc Monceau. Pasó pastelerias, tiendas de ultramarinos, negocios regentados por árabes hasta que se deseperó. Cada vez que se cruzaba con niños tenía la vaga esperanza de que Monceau estaría a cinco minutos. Decidió volver a cruzar. El semáforo estaba en rojo, así que se plantó ante el paso de peatones. Junto a ella estaba un hombre maduro con traje y corbata que no dejaba de mirarla. Kiki se hizo la loca y tiró para adelante una vez que el semáforo se puso en rojo para los vehículos. El hombre seguió sus pasos y la interpeló en un perfecto francés:
-Perdone, señorita. ¿Sabe usted dónde está el Parc Monceau?- Kiki se turbó. Era ella quien estaba buscando el dichoso parque e interpretó la pregunta del hombre como un ataque a su identidad de guiri perdida. Irritada, balbuceó hasta que consiguió articular palabra:
-Euh va... Non! J'suis desolée de ne pas pouvoir vous aider, monsieur- Pero el hombre no se dió por vencido. Fue entonces cuando le confesó que en realidad sabía dónde estaba Monceau pero que quería conocerla, quizás invitarla a una copa... A Kiki le sonó a cuento chino para llevársela a la cama. Sin embargo, no desaprovechó la ocasión de preguntarle a cerca de la ubicación de Monceau. El hombre se mostró diligente y le explicó dónde quedaba. Luego le preguntó que si le permitía acompañarla. Kiki lo miró incrédula. Por supuesto, le dijo que sí.
-Perdone, señorita. ¿Sabe usted dónde está el Parc Monceau?- Kiki se turbó. Era ella quien estaba buscando el dichoso parque e interpretó la pregunta del hombre como un ataque a su identidad de guiri perdida. Irritada, balbuceó hasta que consiguió articular palabra:
-Euh va... Non! J'suis desolée de ne pas pouvoir vous aider, monsieur- Pero el hombre no se dió por vencido. Fue entonces cuando le confesó que en realidad sabía dónde estaba Monceau pero que quería conocerla, quizás invitarla a una copa... A Kiki le sonó a cuento chino para llevársela a la cama. Sin embargo, no desaprovechó la ocasión de preguntarle a cerca de la ubicación de Monceau. El hombre se mostró diligente y le explicó dónde quedaba. Luego le preguntó que si le permitía acompañarla. Kiki lo miró incrédula. Por supuesto, le dijo que sí.
1 Comments:
kizas ese sexto sentido (algo desorientado) explique el porque de esos viajes astrales de kiki
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