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Fue un flash. Milésimas de segundo. Sólo sé que pasé de estar en mi mundo a querer conocer el suyo. Claro, que de eso me di cuenta después de asumir mi fascinación por ella.

Vino a mí decidida, como Uma Thurman pero en moreno. Desde el primer momento su olor me resultó familiar. No soy una psicópata pero en cuanto me habló busqué seguir pegada a ella. Recurrí a argumentos anodinos con el único objetivo de mantenerme a su lado. Había desvelado el secreto de mi hechizo.

Analizándolo ahora, no creo que se diera cuenta de que yo necesitara inspirar cada átomo de su fragancia. De repente fui consciente de que tenía los ojos tan grandes como un anime. Fue un descubrimiento irrelevante. Para entonces yo ya había decidido seguirla a todas partes.

Síntoma uno: fui incapaz de mantenerle la mirada. Su voz volaba en el aire porque yo sólo era capaz de pensar que ella llevaba unas gotas de Gaultier, como yo durante una época de mi vida. Pensaba si ella sería la mujer que yo ya había sido. Pensaba que besarla sería como besarme a mí dos años atrás. Y si su saliva estaría tan necesitada como la mía entonces.