lunes, diciembre 25, 2006

Gasolina

Lo de salir tarde del trabajo tiene sus ventajas. ¿La primera? La vida canina que esconde la noche, impenetrable de haber elegido ser panadera. Oficio en el que nunca pensé a pesar de tener la mano caliente y gustarme el pringue. Pero éstas son consideraciones ajenas a la historia. El caso es que salí como casi siempre, huidiza y gatuna hacia mi bólido metalizado. El para dónde prefiero no recordarlo, dado que ni siquiera llegué a mi destino. A medio camino se enciende el piloto del depósito y el sonido intermitente me da por culo hasta la gasolinera más próxima. Pongo el tacón izquierdo sobre el asfalto y entro en la cabina para pagar. Por primera vez alzo la vista y estudio lo que tengo alrededor: un cajero gordo comiendo un bocadillo coge entre sus dedos grasientos mi tarjeta. A mi lado unos ojos negros me miran fijamente. Pertenecen a un chico moreno que no está nada mal. Y para que de mi cabeza salga tal apreciación, tela. Recojo mi tarjeta y salgo. Sale él detrás y arranca su coche tuneado. Enciendo luces. Me mira como arrancándomelo todo. Al fin y al cabo nos hemos entendido, pienso. Y debemos de ser gilipollas los dos porque de los pensamientos no pasamos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esto es lo que yo llamo un reggaetón. Desde el punto de vista erótico no es un prodigio de imaginación, pero para un calentón basta. Además, quién está para mucha imaginación en estas fechas tan señaladas. Desde luego no la reina ni yo. Pero leerte, Kikí, nos llena de orgullo y satisfacción.
¿Además, no había un reggaetón titulado gasolina?

Se miraron, saltaban chispas, y todo en el entorno era inflamable.

Uuuuauuhhhh!!

5:36 p. m.  

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